Fuentes epigráficas


En época aqueménida, el persa antiguo, antecesor del actual idioma persa hablado en Irán, se escribía en una variedad de escritura cuneiforme que solo comenzó a ser descifrada a comienzos del siglo XIX, gracias sobre todo a los esfuerzos de Henry Rawlinson y a su trabajo con la Inscripción de Behistún, que hace un relato pormenorizado de las circunstancias en que Darío I accedió al poder. Actualmente, se conocen numerosas inscripciones en antiguo persa, pero, con una sola excepción recientemente identificada, éstas se restringen al ámbito de las declaraciones de la realeza, expresiones de su poder e ideología. Son fuentes de información útiles para conocer la actividad constructora de los reyes, y la imagen que estos tenían de sí mismos, pero no suelen proporcionar información sobre otros ámbitos (la única de carácter narrativo es la de Behistún).

Junto con las inscripciones reales, son también una importante fuente de información los textos en arameo y en egipcio demótico hallados en Egipto, así como un número importante de documentos en idioma acadio hallados en Babilonia. Entre estos últimos se destacan numerosos archivos administrativos de los templos y de algunas familias poderosas como Egibi y Murashu. Adicionalmente, los archivos elamitas de Persépolis (el de la Fortaleza y el del Tesoro) iluminan la "economía real" del área de las capitales.

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