Religión y filosofía


La religión consistía en una suerte de sincretismo entre el panteón clásico, los dioses locales y las deidades del antiguo Oriente. Entre las divinidades propias de este período se destacan la diosa Tique [Τύχη] y el dios grecoegipcio Serapis [Σέραπις]. Asimismo, cobraron gran relevancia los cultos de Isis, Dionisos y Cibeles.

La Filosofía, que en épocas anteriores abarcaba todos los saberes, se desmembró paulatinamente de las ciencias empíricas y se quedó como ciencia del pensamiento cuya preocupación se inclinó más a los problemas individuales que a la propia naturaleza del mundo. En este período surgieron varias sectas y escuelas filosóficas de entre las que cabe mencionar:

* Cínicos
* Cirenaicos
* Epicúreos
* Escépticos
* Estoicos
* Megáricos

El período de los diádocos


La prematura muerte de Alejandro supuso que sus herederos directos no tuviesen la edad necesaria como para afrontar la tarea de gobernar el imperio. De los dos hijos varones de Alejandro, Heracles (hijo de Barsine) tenía 4 años, mientras que Alejandro (hijo de la princesa bactriana Roxana) no había nacido aún en el momento de la muerte de su padre. De esta forma, los llamados diádocos, los generales y oficiales de Alejandro a lo largo de la campaña persa, fueron quienes lucharon por el control del imperio durante 40 años, hasta el año 281 a. C. Las sucesivas guerras en las que se enfrentaron Pérdicas, Ptolomeo, Casandro, Lisímaco, Antígono y Seleuco, por citar a los más relevantes, acabaron tanto con la cohesión del imperio (repartido finalmente entre los vencedores) como con los familiares de Alejandro: su madre Olimpia, su hermana Tesalónica, y sus dos hijos.

Las regiones de Grecia, Macedonia y Asia Menor fueron las que más profundamente se vieron afectadas por las incesantes campañas militares que enfrentaron a los diádocos, mientras que la parte oriental del imperio se separó rápidamente, creándose varios reinos griegos en Bactriana. Los generales prestaron poca atención a la pérdida de los territorios orientales, puesto que lo esencial para ellos era hacerse con el control total del imperio luchando contra sus rivales. La excepción fue Ptolomeo, uno de los compañeros de infancia de Alejandro, del que algunos autores aventuran que era un hijo ilegítimo de Filipo II. Con inteligencia se apoderó en seguida de Egipto y se apresuró a crear un estado duradero, renunciando a las ambiciones imperiales que consideraba poco realistas. Fue uno de los principales artífices de la ruina de la causa imperial, convirtiéndose de esta forma en uno de los fundadores del mundo helenístico.

Sin embargo, Antígono y su hijo Demetrio fueron quienes más lucharon por restablecer el Imperio macedónico, llegando a controlar Anatolia y el Levante mediterráneo antes de ser derrotados por una coalición del resto de los diádocos (excepto Ptolomeo) en la batalla de Ipso (301 a. C.). Muerto Antígono, Demetrio huyó a Europa, donde consiguió apoderarse temporalmente de Macedonia, antes de ser derrotado y terminar sus días miserablemente como prisionero de Seleuco. El hijo mayor de Ptolomeo I, Ptolomeo Cerauno, fue expulsado de Egipto por su padre, refugiándose en casa de su cuñado Lisímaco en Tracia, y apoderándose de su reino y de Macedonia, tras lo cual llegó a asesinar a Seleuco, que se enfrentaba a él. El Medio Oriente estaba, por tanto, dominado por las ambiciones de estos generales, que con presteza se coronaban reyes, apoyados por sus tropas, constituidas generalmente por mercenarios griegos y macedonios.

Las grandes conquistas


Gracias a Ciro (555-529 a. C.), rey de Anshan, el dominio medo sobre la meseta iraní fue breve. Ciro creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios. Cuando sucedió a su padre Cambises I en el 559 a. C., las entidades políticas hegemónicas en la región eran el Imperio Neobabilónico, el reino medo, Lidia y Egipto. Entre los años 553 y 550 a. C., Ciro derrotó al rey medo Astiages, tomó su capital, Ecbatana, y llevó sus tesoros a Anshan. La Crónica de Nabonido informa de que el rey persa resultó favorecido por el amotinamiento de las tropas medas contra su propio rey, hecho confirmado por la historia que narra Heródoto (i, 123-128) sobre la traición del general medo Harpago.

Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después "el Grande", emprendió la conquista de Babilonia (con lo que puso fin al Imperio Neobabilónico), Siria, Palestina y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor, cayó en poder de Ciro hacia el 545 a. C. Se cree que la guerra contra el Imperio Neobabilónico, que se encontraba rodeado por los persas en sus fronteras oriental y septentrional, habría comenzado hacia finales de la década de 540 a. C. En cualquier caso, en el año 539 Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias, haciéndose presente Ciro días más tarde. El nuevo gobernante asumió la titulatura regia babilonia, que incluía los títulos de rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad y rey de los países. Ciro se presentó a sí mismo como el "salvador" de las naciones conquistadas, . Para reforzar esta imagen y "crear condiciones de cooperación con las elites locales", protegió los cultos (como el de Marduk en Babilonia) y restauró templos y otras infraestructuras en las ciudades recientemente adquiridas. Con ello Ciro se ganó el apoyo de buena parte de la casta sacerdotal de Babilonia, la que en los textos (el Cilindro de Ciro, el Poema sobre Nabonido) por lo general se muestra favorable hacia él. En el Tanaj, Ciro es bienvenido por por el Segundo Isaías, un judío de Babilonia. Asimismo, de acuerdo a los libros bíblicos de Esdras y Nehemías, Ciro permitió regresar a Judea y reconstruír el Templo a los judíos cautivos en Babilonia. A diferencia de los conquistadores asirios y babilonios precedentes, Ciro trató con benevolencia a los pueblos sometidos y perdonó a los reyes enemigos. En general, Ciro siguió la estrategia de dejar las estructuras administrativas de los lugares conquistados, pero sometiéndolos al poder imperial.

Fuentes epigráficas


En época aqueménida, el persa antiguo, antecesor del actual idioma persa hablado en Irán, se escribía en una variedad de escritura cuneiforme que solo comenzó a ser descifrada a comienzos del siglo XIX, gracias sobre todo a los esfuerzos de Henry Rawlinson y a su trabajo con la Inscripción de Behistún, que hace un relato pormenorizado de las circunstancias en que Darío I accedió al poder. Actualmente, se conocen numerosas inscripciones en antiguo persa, pero, con una sola excepción recientemente identificada, éstas se restringen al ámbito de las declaraciones de la realeza, expresiones de su poder e ideología. Son fuentes de información útiles para conocer la actividad constructora de los reyes, y la imagen que estos tenían de sí mismos, pero no suelen proporcionar información sobre otros ámbitos (la única de carácter narrativo es la de Behistún).

Junto con las inscripciones reales, son también una importante fuente de información los textos en arameo y en egipcio demótico hallados en Egipto, así como un número importante de documentos en idioma acadio hallados en Babilonia. Entre estos últimos se destacan numerosos archivos administrativos de los templos y de algunas familias poderosas como Egibi y Murashu. Adicionalmente, los archivos elamitas de Persépolis (el de la Fortaleza y el del Tesoro) iluminan la "economía real" del área de las capitales.

Período helenístico


Se denomina período helenístico (también llamado alejandrino) a una etapa histórica de la Antigüedad, cuyos límites cronológicos vienen marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de Accio (30 a. C.). Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica que recibe el mundo griego a través la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con la persona de Alejandro Magno, y después de su muerte con los diádocos (διάδοχοι) o sucesores, los reyes de las tres grandes dinastías: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y alentar el espíritu griego tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta y de la aristocracia «lo griego» era lo importante y en este concepto educaban a sus hijos. El resto de la población de estos reinos tan dispares (Egipto, Siria, Macedonia) no participaba del helenismo y continuaba con sus costumbres, su lengua y sus religiones. Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta, Tebas…) habían llegado al declive y habían sido sustituidas en importancia por las ciudades modernas de Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción no tenían nada que ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la lengua griega, llamada koinè (κoινης), que es un un adverbio griego que significa común, comúnmente. Vale decir, la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura.

Suele ser considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica griega y el ascenso del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el mestizaje cultural, y el papel dominante del idioma griego y su difusión, son factores que modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta herencia cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de estas dos culturas lo que se conoce como cultura clásica, fundamento de la civilización occidental.

El término helenístico fue utilizado por primera vez por el historiador alemán Johann Gustav Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones en las que se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), o directamente relacionadas con la Hélade, a través del propio idioma, un fenómeno alentado por las clases gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios del Imperio Seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales orientales y griegos, tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano.

Los trabajos arqueológicos e históricos recientes conducen a la revalorización de este período y, en particular, a dos aspectos característicos de la época: la importancia de los grandes reinos dirigidos por las dinastías de origen griego o macedónico (Lágidas, Seléucidas, Antigónidas, Atálidas, etc.), unida al cometido determinante de decenas de ciudades cuya importancia fue mayor de la idea comúnmente aceptada durante mucho tiempo.

Lengua


El licio era una lengua de la rama anatólica de la familia indoeuropea, descendiente del luvita o el hitita, o tal vez de ambos. Se trata de un idioma bastante desconocido, pues sólo se conocen 172 inscripciones en licio (sobre todo sepulcrales y halladas en Janto). Han sido identificados dos dialectos: el Licio A estándar, y el Licio B o milio, menos común. Los ejemplos epigráficos más antiguos de escritura licia datan de alrededor del 500 a. C. El alfabeto licio se originó a partir del griego, pero se tiene además constancia de al menos un carácter tomado del cario. La inscripción más larga y completa es la llamada "Estela de Janto" (c. 400 a. C.), la cual posee además un epigrama en griego y una sección en licio B. Otra importante inscripción es la trilingüe del Letoon de Janto, en licio, griego y arameo, erigida por el sátrapa Pixódaro de Caria.

El idioma licio se extinguió hacia el siglo I a. C., siendo reemplazado por el griego, el cual había comenzado a introducirse desde la colonización rodia (c. 700 a. C.). Durante la época de dominación persa también se utilizó el arameo (la lengua administrativa del Imperio), lo mismo que el latín durante el Imperio Romano

El Imperio Romano


A pesar de haber estado por siglos bajo la hegemonía romana, Licia fue el último estado helenístico en incorporase formalmente al Imperio. En el año 43, bajo el emperador Claudio, Licia adquirió el estatus de provincia a causa de desórdenes internos y la muerte de algunos ciudadanos romanos, aunque no se sabe si como una entidad aparte (probablemente con capital en Patara) o conjuntamente con Panfilia. En cualquier caso, Licia sí conformaba una unidad cultural y geográfica, y como tal era considerada en los textos.

Los dos puertos principales de Licia, Patara y Mira, fueron escala en los viajes tercero y cuarto de San Pablo, respectivamente (Act 21, 12; 27, 56).

El Asia Menor del Imperio Romano tardío se caracterizó por la proliferación de bandidos (al menos así considerados desde el punto de vista romano), por lo general de origen isaúrico. Alrededor del 278, Lidio el Isaúrico actuó en Licia y Panfilia, pero fue finalmente reducido por las fuerzas romanas.

El período helenístico


Alejandro Magno pasó por Licia en su marcha contra el Imperio Persa (333 a. C.). Licia fue incluida en una nueva satrapía junto con Panfilia, y Nearco fue nombrado sátrapa. Luego de la muerte de Alejandro, el convenio de Triparadiso (320 a. C.) asignó a Antígono las provincias de Frigia, Licaonia, Panfilia y Licia. Sin embargo, ese status quo pronto se quebraría, y tras la derrota de Antígono en la batalla de Ipso (301 a. C.), Licia formó brevemente parte de las posesiones de Casandro, para luego ser disputada, junto con otras regiones de Asia Menor, entre Ptolomeo I de Egipto y Seleuco I de Siria.

Desde la Paz de Apamea entre Antíoco III de Siria y Roma (188 a. C.), Licia estuvo bajo el control de Rodas. No obstante, una Liga Licia fue establecida en el 168 a. C., luego del fin de la Tercera Guerra Macedonia y con la anuencia de Roma. La formaban alrededor de 23 ciudades-estado, las cuales eran proporcionalmente representadas, de acuerdo con el tamaño de la ciudad, en un Sinedrio o asamblea (el número de representantes variaba de 1 a 3). También se tiene noticia de la existencia de los cargos de sumo sacerdote y Liciarca, los cuales posiblemente coincidían en un mismo funcionario.

A principios del siglo I a. C., Licia se vio inmersa en el proceso de fortalecimiento de grupos de piratas, junto con lugares como Cilicia y las islas del mar Egeo. Entre los líderes piratas de Licia, destacó Zeníquetes, el cual llegó a proclamarse rey. En el 77 a. C., Publio Servilio Vatia Isaúrico derrotó a los piratas de Licia y Panfilia, dando pie a las campañas en Cilicia de Pompeyo Magno.

Últimos dinastas locales y la hegemonía de Caria


La derrota de la Liga de Delos en Licia significó el regreso al ámbito político del Imperio Persa, con Janto como centro local, al menos en un primer momento. De este modo, se puede ver a los dinastas de Janto colaborando para reprimir rebeliones durante el reinado de Darío II de Persia, observándose así una marcada tendencia pro persa. Aun así, en la "Estela de Janto", erigida para conmemorar la victoria sobre los atenienses, no sólo aparecen los dinastas de Janto (Kheriga y Kherei, de la dinastía de Kuprlli), sino que cobran importancia los de otras ciudades. En las décadas siguientes, se viviría en Licia un estado de guerra abierta entre dinastas locales, significando la caída de la dinastía de Kuprlli el desplazamiento de Janto a un segundo plano. Hacia 380, Pericles de Limira rompió con los persas y se impuso militarmente sobre toda Licia, implantando una suerte de "dictadura militar" y llegando a proclamarse rey. Es probable que Pericles haya sido el artífice de la participación licia en la rebelión de los sátrapas occidentales (366-360 a. C.).

Las evidencias numismáticas a Pericles finalizan hacia el 360 a. C. Desde entonces, Licia entró en la esfera de influencia de la Dinastía Hecatómnida de sátrapas de Caria. Mausolo, uno de sus miembros, participó en la rebelión de los sátrapas, pero luego regresó al lado del rey, siendo tal vez premiado con la anexión de Licia a sus dominios. En una estela trilingüe (licio, griego y arameo) hallada en el santuario de Leto (el Letoon) de Janto, Pixódaro, denominado "sátrapa de Caria y Licia", interviene en los asuntos religiosos locales.

La Liga de Delos


En cuanto a su relación con Grecia, Licia aparentemente no tomó parte en la Revuelta de Jonia (495 a. C.), y más tarde aportó una flota a la expedición griega de Jerjes I (480-479 a. C.). Tras las derrotas persas en Grecia, el general ateniense Cimón emprendió una campaña naval que llevaría a la anexión de Licia a la Liga de Delos (junto a otras regiones de la costa de Asia Menor) y a su gran victoria en la batalla de Eurimedonte (c. 460 a. C.) (Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica 11.60). Es así que Licia figura en una lista de tributos de los miembros de la Liga en el 446/445 a. C., siendo obligada a pagar 10 talentos, una cifra relativamente alta. Resulta significativo que Licia, con excepción de Telmeso y Fesalis, sea considerada como una unidad, al contrario de lo que sucedía en el caso de la vecina Caria.

La hegemonía de Atenas sobre Licia duraría poco tiempo, ya que esta última no aparece en la lista de miembros de la Liga en el momento de estallar la Guerra del Peloponeso proporcionada por Tucídides. En el 429 a. C., Atenas envió a Caria y Licia una flota para recolectar tributo y derrotar a piratas carios y licios que actuaban en acuerdo con su enemiga Esparta, pero fue derrotada en Licia por una coalición de dinastas locales.

La conquista persa y la Dinastía de Janto


El rey persa Ciro II derrotó a Creso y conquistó Lidia hacia el 545 a. C., regresando a Persia al poco tiempo. La conquista de las demás regiones de Asia Menor le fue encomendada al general Hárpago, quien en los años siguientes anexionó Jonia y Caria, dirigiendo finalmente su ejército contra Licia. El ejército persa probablemente entró en el país por el noroeste, a través del monte Antikragos en las cercanías de Telmeso. Heródoto (Historias, 1.174-178) cuenta que los jantios fueron derrotados en una batalla por Hárpago, tras lo cual regresaron a Janto, donde quemaron los edificios de la acrópolis. Luego de ello tomaron a sus mujeres, hijos y esclavos y salieron a enfrentarse por segunda vez a Hárpago, quien los exterminó. Es así que, en la época de Heródoto, los jantios eran advenedizos llegados posteriormente, con excepción de ochenta familias, que formarían la aristocracia de Janto. Se ha especulado que las ochenta familias se habrían salvado por encontrarse pastoreando en las montañas, aunque también se ha señalado que la conformación de la aristocracia de Janto difícilmente pudo haber sido consecuencia de un hecho puntual, sino más bien de un proceso amplio.

Según Heródoto (Historias 3.90), durante el reinado de Darío I Licia fue incluida en la "primera satrapía", junto con Jonia, Eolia, Caria, Magnesia, Milia (a veces considerada parte de Licia) y Panfilia; en tal caso, la sede satrapal se situaría en Caria. De todos modos, es igualmente posible que tanto Licia como las regiones vecinas dependieran directamente de la satrapía de Lidia, con capital en Sardes, y que no constituyeran una satrapía propia. Janto fue repoblada, y presumiblemente cumplía la función de centro administrativo local. Los persas se caracterizaban por dejar cierto grado de autonomía en los asuntos internos de los pueblos conquistados. En el caso de Licia, no hay evidencia de guarniciones persas permanentes hasta el siglo IV a. C.; por el contrario, se valían de la colaboración de dinastas locales para garantizar el tributo y el orden interno. De estos dinastas se tiene constancia desde principios del siglo V a. C., aunque posiblemente el particular sistema dinástico ya existía desde antes de la conquista persa.

El primer dinasta de Janto conocido es Kuprlli, el cual, según evidencia su acuñación, mantuvo el poder desde c. 485 hasta c. 440 a. C. y lo extendió incluso hasta Limira, en el área más oriental de Licia. Es posible que la Dinastía de Janto estuviera emparentada con el conquistador Hárpago, aunque no hay acuerdo sobre ello

La Licia temprana


Durante la Edad del Bronce tardía, un pueblo llamado lukka, posiblemente identificable con los licios posteriores, es mencionado en textos hititas, egipcios (los lukki, uno de los Pueblos del Mar) y de Ugarit. De todos modos, la localización de los lukka ha dado fruto a mucho debate, y no necesariamente coincidía con Licia. Se ha intentado además identificar ciudades bien conocidas de la Licia clásica (c. 550 a. C. en adelante) con algunas mencionadas por los hititas (c. 1450-1180 a. C.), aunque la arqueología sólo ha descubierto en Licia restos datables desde los siglos tempranos del I milenio a. C.

El nombre que daban los licios a su propia tierra era Trm̃misa. La forma griega Lykia (Λυκία) proviene posiblemente del hitita lukka, aunque los griegos conocían la denominación local, atestiguada en Hecateo y Heródoto bajo la forma del gentilicio Termiloi. La mitología griega explica el origen del nombre por medio de un héroe epónimo, llamado Lico. Heródoto recoge además tradiciones legendarias, según las cuales los licios habrían sido originarios de la isla de Creta. En la Ilíada, los licios, comandados por Sarpedón y Glauco, son el grupo más importante de los que acuden en ayuda de Troya, a pesar de la gran distancia geográfica.

Colonos griegos de Rodas se establecieron en la costa licia en los siglos VII y VI a. C. (Rodiápolis), iniciando el largo proceso de helenización. Una de las mayores influencias rodias se daría más adelante en la escritura licia, basada en la griega traída por los colonos.

Desde el siglo VII a. C. hasta la conquista persa en el 546 a. C., Lidia fue la potencia hegemónica de Asia Menor, aunque Licia conservó su independencia incluso durante el reinado de Creso (560-546 a. C.), el rey lidio más poderoso. La Licia de la primera mitad del siglo VI a. C. es poco conocida. La escritura licia no existía todavía, las referencias de historiadores griegos (como Heródoto, que escribe cerca del 425 a. C.) son pocas y el material arqueológico sólo es relativamente significativo en Janto. Resulta improbable la existencia de organización política sobre toda Licia en épocas tempranas, si bien el principal centro es claramente Janto. Por el contrario, sí constituía una unidad gentilicia y, del mismo modo, la resistencia licia a la colonización griega y su independencia con respecto a Lidia podrían haber contribuido al desarrollo de una identidad "nacional"

Geografía


Licia es una península escarpada y boscosa. Limitaba con Caria al oeste, con Pisidia al noreste y con Panfilia al este. Su núcleo lo constituía el valle del río Janto y los territorios adyacentes, hasta unos 50 km río arriba desde su desembocadura en el Mediterráneo. Fuera del valle, muchas ciudades fueron consideradas según la época como pertenecientes a Licia o a las regiones vecinas. El límite natural con Panfilia se situaba en el monte Bey Daglar. De Caria la separaban los montes Kargos y Antikargos; la zona de Cauno, entre Caria y Licia, conformaba una cultura muy influenciada por ambas.

El río Janto nace en las montañas en Araxa y desemboca en Patara. En sus orillas se hallaba Janto, la principal ciudad de Licia, a unos 7 km del mar. Caminos recorrían el valle, y el cruce del río pasaba por Janto, lo que le daba importancia estratégica. A lo largo del valle, las ciudades por lo general ocupaban las pendientes montañosas.

Crisis y reestructuración


Según la Inscripción de Behistún, cuando Cambises se encontraba en Egipto, cierto Gaumata se rebeló en Media haciéndose pasar por Esmerdis (Pers. Bardiya), el hermano menor de Cambises II, quien había sido asesinado unos tres años antes. Debido al despótico gobierno de Cambises y su larga ausencia en Egipto, "todos los pueblos, persas, medos, y las demás naciones", reconocieron al usurpador, especialmente porque él garantizaba el perdón de los tributos durante tres años (Heródoto iii, 68). Este Gaumata es uno de los sacerdotes revueltos contra el rey Cambises, a los que Heródoto llama Magos. El pseudo-Esmerdis gobernó durante siete meses antes de ser derrocado en el 521 a. C. por un grupo de nobles encabezado por Darío, quién se proclamó rey en su lugar. Las posteriores rebeliones, desatadas a lo largo y a lo ancho del imperio, fueron derrotadas sucesivamente por Darío y sus generales; en el 518 a. C. la paz se había reestablecido. Para garantizar su legitimidad, el nuevo rey contrajo matrimonio con las esposas de su predecesor (una práctica usual), entre las que se incluían dos hijas y una nieta de Ciro. Una de ellas, Atosa, dio a luz al futuro soberano Jerjes I.

Es importante destacar que la pretensión de que Gaumata era un falso Esmerdis deriva de Darío. Los historiadores se encuentran divididos sobre la posibilidad de que la historia del impostor fuera un invento de Darío como justificación para su golpe de estado [1]. Darío hizo afirmaciones semejantes cuando más tarde capturó Babilonia, anunciando que el rey babilonio no era, de hecho, Nabucodonosor III, sino un impostor llamado Nidintu-bel,[2] y cuando un año después de la muerte del primer pseudo-Esmerdis (Gaumata), un segundo pseudo-Esmerdis (llamado Vahyazdata) inició una revelión en Persis.